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VIERNES, 09-NOVIEMBRE-2007

Licencias de pesca comunitarias

Se está ejerciendo un trato discriminatorio desfavorable con todas las demás comunidades autónomas, con la única excepción de Andalucía, que también tiene muchas provincias

FirmaOrdoño Llamas Gil LugarLEON

Aparentemente podría pensarse que los pescadores de nuestra comunidad hemos conseguido más ventajas y privilegios que cuando obteníamos nuestras licencias antiguas, que eran de tipo regional, y cuyos límites quedaban establecidos en el exterior de todas las provincias colindantes. Es decir: en la actualidad podemos pescar en nueve provincias (mucho más que los habitantes de Asturias, Cantabria, La Rioja o Murcia, por poner algunos de los ejemplos en que solo pueden hacerlo en una) y, desde luego, se está ejerciendo un trato discriminatorio desfavorable para todas las demás comunidades autónomas, con excepción de Andalucía, que también tiene muchas provincias. Sin embargo, si nos retrotraemos al sistema anterior, entonces solamente se veían un poco desfavorecidas algunas provincias del litoral, por no tener tantas colindantes como las del interior de la península, pero que compensaban con creces por tener al mar como vecino, que podía servir mejor como entretenimiento deportivo para muchos pescadores de caña.

Algunos ejemplos

Si nos situábamos en Asturias, éramos pescadores con derecho a pescar en Oviedo, Santander, León y Lugo, además de con el mar Cantábrico, es decir, cuatro provincias y el mar.

Si lo hacíamos en La Rioja, podíamos pescar en Logroño, Pamplona, Vitoria, Burgos, Soria y posiblemente en Zaragoza, o sea, en seis provincias.

Si se trataba de Navarra pescaríamos en Pamplona, San Sebastián, Vitoria, Logroño, Zaragoza y Huesca, es decir, también en seis provincias.

Así podríamos recorrer toda la geografía española y nos encontraríamos con un buen número de provincias que han perdido casi todo su antiguo territorio pescable, habiéndose quedado actualmente reducidas a la mínima expresión. Es el caso de todas las comunidades uniprovinciales actuales del interior. Les siguen las que tienen una franja litoral que les resarce levemente de su aislamiento, y que pueden equipararse a las biprovinciales, como Extremadura. Luego están las isleñas, como Baleares o Canarias, que prácticamente no disponen de cauces fluviales con fauna pescable y solamente pueden practicar su afición en el mar.

Ahora, llegado el momento de las comparaciones, residiendo en Navarra (pongo por caso), tendría que gastarme mis dineros en cuatro licencias para poder pescar las seis provincias a las que tenía derecho antes con una sola licencia. En La Rioja tendría necesidad de cinco licencias para seis provincias, y así sucesivamente.

Situémonos en León. Aquí, con una sola licencia tenemos derecho a pescar en nueve provincias, aunque en algunas de ellas haya poco que pescar, como no sean ciprínidos o especies introducidas, todas muy respetables, por cierto. Pero... ¿hacemos recuento de las provincias en las que teníamos derecho a pescar antaño con una sola licencia? Teníamos a nuestra disposición nada menos que a Oviedo, Santander, Palencia, Valladolid, Zamora, Orense y Lugo, además de León. En total ocho provincias. ¿Les parece igualitario el cambio? Todas las provincias citadas eran (más que ahora) contenedoras de cauces fluviales de primera categoría en truchas, además de disponer en algunas de los salmones y los reos del Cantábrico. La única excepción era Valladolid, si bien esta tenía el aliciente de los grandes ciprínidos. Ahora, si deseamos pescar en todas ellas tendremos que solicitar cuatro licencias, correspondientes a Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León.

Además, si en realidad queremos solazarnos viendo las pintas a las truchas o los lomos plateados de los salmones o los espectaculares saltos de los reos, como podíamos hacerlo en aquellos tiempos sin muchas cortapisas, hoy tenemos que estar incluidos dentro del mogollón de solicitudes de cada provincia y, si tienes la suerte de conseguir un buen número, elegir alguno de los cotos privilegiados que cada una tiene y que, a su vez, los cotos elegidos hayan sido tratados adecuadamente en cuanto a vigilancia y repoblaciones. ¡No es mucho pedir! Entonces, y solo entonces, podrás conseguir divertirte con el deportivo (?) arte de la pesca con caña, siempre que el tiempo, las tormentas, las riadas o las sequías no dificulten el ejercicio de tu afición favorita. No importa que hayas tenido que pagar a mayores el equivalente al importe de unas cuantas licencias más, porque ¿para qué vale el dinero? Claro que si no has tenido un buen número y eliges cotos del montón (el 90%), el dinero lo habrás gastado igual en licencias y permisos y seguramente no las verás las pintas a las que dan la talla, ni siquiera en fotografía. Tampoco verás a la mayoría de los guardas de estos cotos que, sabiendo que lo único que cosechan son protestas de los pescadores que se sienten engañados, eluden los enfrentamientos que a la larga podrían llevarles a una depresión galopante.

Eran otros tiempos

Así está la situación, por lo que los pescadores de Castilla y León, aunque recordemos los tiempos en que la pesca con caña era eso, pesca, somos los más privilegiados de toda la península, porque si damos de lado y nos olvidamos de las zonas que llaman trucheras, todavía podemos salir a pescar barbos y bogas (donde los haya), lucios y blasses que se hayan escapado de la pesca eléctrica, tencas que no hayan corrido la misma suerte, carpas en algunos pantanos, los cangrejos rojos que queden, bermejuelas, gobios, cachos (escallos) que ya solo existen el algunos pantanos, percas sol sin limitación y alburnos, que están en su momento demográfico más explosivo. Todo ello con una sola licencia en las zonas mesetarias de las nueve provincias, y prácticamente sin necesidad de pagar por permisos para cotos, salvo excepciones en algunos casos de ciprínidos.

Ahora nos toca elegir: decidirnos por buscar a las truchas aunque no las encontremos a nuestra disposición, luchando codo con codo con otros pescadores para hacerte un hueco en la orilla u optar por acudir a las riberas bajas donde todavía puedes estar todo un día pescando solo o con algún compañero, sin necesidad de ir apartando pescadores para poder lanzar. Estas riberas bajas sólo tienen un inconveniente: que han sido peinadas con la pesca eléctrica para exterminar a los lucios, y puedes encontrarte en lugares donde ya no hay lucios, pero tampoco ningún otro ser viviente de los que eran comunes. Todavía nos quedan las carpas como ejemplo de supervivencia y de adaptación a cualquier medio.


Fuente: www.diariodeleon.com · © El Diario de León, S.A.

Origen: http://www.diariodeleon.es/hemeroteca/imprimir_noticia.jsp?CAT=105&TEXTO=6296320


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